El Tratado de Roma y la crisis de Bretton Woods.
En la Cumbre de La Haya de diciembre de 1969, los Jefes de Estado o de Gobierno definieron un nuevo objetivo de la construcción europea, la Unión Económica y Monetaria (UEM). Un grupo de alto nivel, bajo la presidencia de Pierre Werner, Primer ministro de Luxemburgo, se encargó de elaborar un informe sobre los medios necesarios para alcanzar este objetivo antes de 1980.
El grupo Werner presentó su informe final en octubre de 1970. El informe preveía el establecimiento en varias etapas de una unión económica y monetaria a lo largo de un período de 10 años. Su objetivo final era lograr la liberalización total de los movimientos de capitales, la plena convertibilidad de las monedas de los Estados miembros y la fijación irrevocable de los tipos de cambio. El informe contemplaba la adopción de una moneda única europea como una posible finalidad del proyecto pero no la consideraba aún un objetivo específico. El informe también recomendaba reforzar la coordinación de las políticas económicas y definir orientaciones para las políticas presupuestarias nacionales.
En marzo de 1971 a pesar de sus divergencias acerca de determinadas recomendaciones básicas del informe, los Seis llegaron a un acuerdo de principio sobre el establecimiento de una UEM en varias etapas. El inicio de la primera etapa, correspondiente a la reducción de los márgenes de fluctuación monetaria, se habría de hacer de forma experimental, sin implicar ningún compromiso en relación con la continuación del proceso.
Tratado de Roma. 25/3/1957
El hundimiento del sistema de Bretton Woods y la decisión de los Estados Unidos de dejar flotar el dólar en agosto de 1971 provocaron una oleada de inestabilidad en los mercados de cambios que afectó profundamente a las paridades entre monedas europeas, y el proyecto de unión económica y monetaria sufrió un bloqueo importante.
En marzo de 1972 los Seis intentaron reactivar la dinámica de la integración monetaria, creando el mecanismo denominado de «la serpiente en el túnel» que era un mecanismo de fluctuación concertada de las monedas («serpiente monetaria») dentro de unos márgenes estrechos respecto del dólar («túnel»). Desestabilizado por las crisis del petróleo, por la debilidad del dólar y por las divergencias entre las políticas económicas, el mecanismo de la «serpiente monetaria» perdió en menos de dos años la mayoría de sus miembros, quedando reducido finalmente a una «zona del marco», en la que participaban Alemania, los países del Benelux y Dinamarca.
Creación del sistema monetario europeo (SME)
Los esfuerzos de creación de una zona de estabilidad monetaria se reanudaron en marzo de 1979, gracias al impulso de Francia y Alemania, estableciéndose el sistema monetario europeo (SME), basado en el concepto de tipos de cambio fijos, pero ajustables. Las monedas de todos los Estados miembros, a excepción del Reino Unido, se adhirieron al mecanismo de cambio.
El principio del SME es el siguiente: los tipos de cambio se basan en tipos pivote definidos en función del ecu («European Currency Unit»), unidad de cuenta europea que representa la media ponderada de las monedas participantes. Las paridades bilaterales se calculan a partir de los tipos pivote expresados en ecus, y las monedas deben fluctuar dentro de una banda de +/- 2,25 % en torno a estos tipos bilaterales (a excepción de la lira italiana, a la que se concedió una banda de +/- 6 %).
En diez años, el SME permitió reducir considerablemente la variabilidad de los tipos de cambio; la flexibilidad del sistema, unida a una voluntad política de hacer converger las economías permitió una estabilidad duradera de las monedas.
Con la adopción del Programa para el mercado único en 1985, cada vez resultaba más evidente que el potencial del mercado interior no podría aprovecharse plenamente mientras subsistieran los costes de transacción relativamente elevados asociados a la conversión de las monedas y a la incertidumbre derivada de las fluctuaciones de cambio, por pequeñas que éstas fuesen. Por otra parte, numerosos economistas denunciaron lo que denominaban «el triángulo imposible», aludiendo así a la incompatibilidad a medio o largo plazo entre la libre circulación de capitales, la estabilidad de los tipos de cambio y unas políticas monetarias independientes.
Realización de la Unión Económica y Monetaria.
En junio de 1988 el Consejo Europeo de Hannover creó un «Comité para el estudio de la Unión económica y monetaria», presidido por Jacques Delors, entonces Presidente de la Comisión Europea. Los otros miembros del Comité son los directores de los bancos centrales nacionales, lo que garantiza su estrecha asociación a la elaboración de las propuestas.
El informe presentado en abril de 1989, proponía reforzar la realización de la UEM en tres etapas, y subrayaba sobre todo la necesidad de una mayor coordinación de las políticas económicas, de establecer normas que regularan los déficit presupuestarios nacionales y de crear una nueva institución, completamente independiente, a quien se confiaría la política monetaria de la Unión: el Banco Central Europeo (BCE).
Partiendo del informe Delors, el Consejo Europeo de Madrid de junio de 1989 decidió poner en marcha la primera etapa de la UEM; esto es, la liberalización completa de los movimientos de capitales a partir del 1 de julio de 1990.
En diciembre de 1989 el Consejo Europeo de Estrasburgo pidió la convocatoria de una conferencia intergubernamental con objeto de determinar las modificaciones que habría que introducir en el Tratado para la realización de la UEM. Los trabajos de esta conferencia intergubernamental desembocaron en el Tratado de la Unión Europea, aprobado formalmente por los Jefes de Estado o de Gobierno en el Consejo Europeo de Maastricht de diciembre de 1991 y firmado el 7 de febrero de 1992.
El Tratado prevé el establecimiento de la UEM en tres etapas:
- (del 1 de julio de 1990 al 31 de diciembre de 1993): la libre circulación de capitales entre los Estados miembros;
- (del 1 de enero de 1994 al 31 de diciembre de 1998): la convergencia de las políticas económicas de los Estados miembros y el refuerzo de la cooperación entre los bancos centrales nacionales de los Estados miembros. La coordinación de las políticas monetarias quedó institucionalizada mediante la creación del Instituto Monetario Europeo(IME), encargado de reforzar la cooperación entre los bancos centrales de los Estados miembros y efectuar los preparativos necesarios para la introducción de la moneda única Durante esta etapa, los bancos centrales nacionales son independientes;
- (en curso de realización desde el 1 de enero de 1999): la introducción progresiva del euro como moneda única de los Estados miembros y la aplicación de una política monetaria común bajo la responsabilidad del BCE. El paso a la tercera etapa se supeditó a la consecución de un elevado grado de convergencia duradera, que se evalúa conforme a un determinado número de criterios objetivo definidos en el Tratado. Durante esta etapa, las disposiciones presupuestarias ya serán obligatorias y el Estado miembro que no las cumpla deberá ser objeto de sanción. La política monetaria se unificará y su aplicación se confiará al Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC) compuesto por los bancos centrales de los Estados miembros y el BCE, sucesor del IME.
De este modo, se llevaron a cabo las dos primeras etapas de la UEM. La tercera se encuentra actualmente en curso. En principio, todos los Estados miembros de la UE deben integrar la primera etapa y, por tanto, adoptar el euro (artículo 119 del Tratado de Funcionamiento de la UE). Sin embargo, determinados Estados miembros aún no cumplen los criterios de convergencia. Dichos Estados miembros se benefician de derogaciones provisionales hasta que estén en condiciones de integrar la tercera etapa de la UEM.
Además, Reino Unido y Dinamarca han notificado su intención de no integrar la 3ª fase de la UEM y, por tanto, de no adoptar el euro. Del tal modo, los dos Estados disponen de una exención en cuanto a su participación en la UEM. Las modalidades del régimen de exención se encuentran indicadas en los protocolos anejos a los Tratados constitutivos de la UE y que afectan a los dos países. No obstante, Reino Unido y Dinamarca mantienen la posibilidad de poner fin al régimen de exención y presentar su candidatura para integrar la 3ª fase de la UEM.
En la actualidad, 17 Estados miembros de 27 han integrado la tercera etapa de la UEM y tienen, por tanto, el euro como moneda única.
La moneda única europea: el euro
Los billetes y monedas en euros se pusieron en circulación en el año 2002, pero la planificación y los preparativos para su introducción datan de los primeros años de la década de los noventa. El 7 de febrero de 1992 se firmó en Maastricht el Tratado de la Unión Europea en el que se definen las competencias del Banco Central Europeo (BCE) y de los Gobiernos y los bancos centrales de los doce países de la zona del euro respecto a la emisión de los billetes y monedas en euros.
El Tratado estipula que el BCE tiene el derecho exclusivo de autorizar la emisión de billetes dentro de la zona del euro, pero que tanto el BCE como los bancos centrales nacionales (BCN) tienen el derecho de emisión. No obstante, dado que el BCE no participa en operaciones con efectivo, son los BCN los que, en realidad, son responsables de la puesta en circulación de los billetes, así como de su retirada, tratamiento y almacenamiento.
En la reunión del Consejo Europeo celebrada en Madrid en diciembre de 1995, los dirigentes europeos decidieron cuál sería el nombre de la nueva moneda: el euro. Se rechazaron algunas otras nomenclaturas, debido a sus connotaciones nacionales, entre ellas, «ducat», «ecu», «florín», «franken», o la anteposición del prefijo «euro» al nombre de monedas ya existentes (por ejemplo, «euromarco»). Se acordó que el nombre sería el mismo en todos los idiomas oficiales de la Unión Europea (UE), teniendo en cuenta los diferentes alfabetos, y que fuera fácil de pronunciar. Sobre todo, tenía que ser algo sencillo y representativo de Europa.
Además, la moneda tenía que estar representada por un símbolo. Al igual que el nombre, el símbolo habría de asociarse claramente con Europa, debería ser fácil de escribir y resultar atractivo. De una lista de treinta símbolos elaborada por los expertos de la Comisión Europea se eligieron diez, que se sometieron a encuesta pública. De esta preselección salieron dos posibles símbolos. La decisión final correspondió al entonces presidente de la Comisión, Jacques Santer, y a Yves-Thibault de Silguy, Comisario encargado de Asuntos Económicos y Financieros en aquel momento.
El símbolo del euro se inspira en la letra griega epsilon, por ser Grecia la cuna de la civilización europea. La «e» es, naturalmente, la primera letra de la palabra Europa. Las dos líneas horizontales paralelas tienen por objeto simbolizar la estabilidad de la moneda. «EUR» es la abreviatura oficial del euro registrada en la Organización Internacional de Normalización (ISO).
Establecimiento de las denominaciones.
Documento oficial del Banco Central Europeo de Cómo el Euro se convirtió en nuestra moneda.
En noviembre de 1994, el Consejo del Instituto Monetario Europeo (IME), precursor del BCE, decidió establecer una secuencia de 1:2:5 para las siete denominaciones de billetes en euros: 10€ y 100€; 20€ y 200€; 5€. 50€ y 500€. Esta secuencia coincide con las denominaciones fraccionarias comunes a la mayoría de las monedas del mundo y corresponde también a la secuencia de las monedas en euros acordada por el Consejo Económico y Financiero de la UE (ECOFIN): 1 céntimo, 10 céntimos y 1 €; 2 céntimos, 20 céntimos y 2€; 5 céntimos y 50 céntimos.
Para finalizar os dejo un pequeño documental que podéis encontrar en Youtube llamado: Historia del euro. Es cortito, sólo siete minutos pero es tremendamente pedagógico.
Y un segundo vídeo, también de Youtube, de corte mucho más macroeconómico que resulta tremendamente interesante: Instrumentos de política monetaria.
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