En mis épocas de estudiante topé con la obligación, como todos, de estudiar filosofía lo cual, he de reconocer, que no era especialmente ni de mi agrado ni de mi interés. Ahora bien, la vida de un filósofo francés me hizo cambiar un poco de opinión: René Descartes.
Descartes nace en 1596, en La Haya de Turena. El episodio más importante de su vida es su estancia en el colegio jesuíta de la Fleche (1604-1612), donde estudia humanidades clásicas, filosofía escolástica y matemáticas. Tal como relata en la primera parte de su Discurso del método, al finalizar sus estudios se siente decepcionado por la educación recibida y decide aprender «en el gran libro del mundo»; se alista en varios ejércitos y viaja por toda Europa, al mismo tiempo que profundiza en los estudios de matemáticas y física.
Otro hecho destacable tiene lugar en 1619; en este año, Descartes tiene tres sueños que le incitan a dedicarse a la búsqueda de la verdad mediante el empleo de la razón, idea central de su método. En 1628 se instala en Holanda, época en que comienza su fecunda producción filosófica; permanece en Holanda hasta 1649. La reina Cristina de Suecia solicita del filósofo ser instruida en su filosofía; Descartes se traslada a Estocolmo donde muere en 1650.
Sus obras más importantes son: Reglas para la dirección del espíritu, escrito probablemente en 1628 y publicado póstumo en 1701; Tratado del mundo, donde el autor mantiene la tesis de Copérnico; se publica después de su muerte, en 1677; Discurso del método, publicado como prólogo a tres tratados fundamentales del Tratado del mundo, en 1637, año en que se cifra el comienzo de la filosofía moderna; Meditaciones de filosofía primera, con objeciones y respuestas, de 1641; Principios de filosofía, 1644; Las pasiones del alma, 1649. De todos ellos vamos a hablar de uno: el Discurso del método, o mejor dicho, de su método.
El método.
«El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él, que aun los más descontentadizos respecto a cualquier otra cosa, no suelen apetecer más del que ya tienen. En lo cual no es verosímil que todos se engañen, sino que más bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y por tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas. No basta, en efecto, tener el ingenio bueno; lo principal es aplicarlo bien... Y los que andan muy despacio pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se apartan de él. Por mi parte, nunca he creído que mi ingenio fuese más perfecto que los ingenios comunes; ...»
El carácter unitario del saber tiene su fundamento en el carácter unitario de la razón; el saber es uno porque la razón es una. La razón —dice Descartes— es naturalmente igual en todos los hombres. ¿De dónde procede, pues, la diversidad de opiniones?, ¿a qué se debe que en filosofía haya opiniones contradictorias? El problema para Descartes está en dirigir bien la razón; en efecto, no basta con tener el ingenio bueno, lo principal es aplicarlo bien. Por eso, es necesario un método, mediante el cual guiar bien la razón. La finalidad del método es dirigir correctamente la razón. Sólo así es posible aumentar los conocimientos y progresar en la investigación de la verdad.
Los orígenes del método y los cuatro preceptos del mismo
«Había estudiado un poco, cuando era más joven, de las partes de la filosofía, la lógica, y de las matemáticas, el análisis de los geómetras y el 5 álgebra, tres artes o ciencias que debían, al parecer, contribuir algo a mi propósito. Pero cuando las examiné... Por todo lo cual, pensé que había que buscar algún otro método que juntase las ventajas de estos tres, excluyendo sus defectos. .»
A pesar de sus defectos, la lógica, el análisis de los geómetras y el álgebra constituyen las tres ciencias en que Descartes se inspira para establecer su método. Por lo que se refiere a la lógica, su mayor defecto radica en que sus silogismos y demás instrucciones sirven más para explicar cosas ya sabidas que para descubrir otras nuevas; en cuanto al análisis de los antiguos y al álgebra, se refieren a materias tan abstractas que hacen difícil su uso. Pero, de cualquier forma, tomando de esas tres ciencias sus ventajas y excluyendo sus defectos, formula Descartes sus cuatro preceptos del método.
En el primer precepto, Descartes establece como criterio de verdad, la evidencia. Y aduce como notas de la evidencia, la claridad y la distinción. En sus Principios de filosofía define de este modo los términos claridad y distinción: «Llamo claro al conocimiento que se halla presente y manifiesto a un espíritu atento, como decimos que vemos claramente los objetos cuando, hallándose presentes a nuestros ojos, obran asaz fuertemente sobre ellos, y en cuanto éstos están dispuestos a mirarlos. Llamo distinto al conocimiento que es tan preciso y diferente de todos los demás que no abarca en sí sino lo que aparece manifiestamente a quien considera tal conocimiento como es debido.»
Así pues, la claridad es la presencia o manifestación de un conocimiento a la mente; la distinción es su separación respecto de todos los demás de modo que no contenga nada que pertenezca a los otros. Conocimientos verdaderos son, pues, sólo aquellos que son claros y distintos. En las Reglas para la dirección del espíritu, Descartes llama a las ideas claras y distintas, naturalezas simples.
¿Cómo alcanza la mente esos principios evidentes?; la aprehensión de éstos tiene lugar mediante la intuición, que es la primera operación del espíritu. En las Reglas para la dirección del espíritu, entiende por intuición: «no la seguridad fluctuante de los sentidos, ni el juicio falaz que resulta de la composición arbitraria de la imaginación, sino la concepción que aparece tan sin esfuerzo y tan distintamente en una mente atenta y no nublada, que quedamos completamente libres de duda en cuanto al objeto de nuestra comprensión. O, lo que es lo mismo, la intuición es la concepción libre de dudas, de una mente atenta y no nublada, que brota de la luz de la sola razón.» En sus Meditaciones metafísicas, Descartes habla también de una inspección del espíritu, como el acto mediante el cual se llega a la aprehensión de las naturalezas simples.
El segundo precepto del método alude al proceso que la mente debe seguir para llegar a las naturalezas simples. Dicho proceso es el análisis; y consiste en dividir o descomponer la dificultad compleja en sus partes simples, hasta llegar a los elementos más simples, aprehensibles por la intuición. Estas naturalezas simples o ideas claras y distintas son los principios a partir de los cuales se despliega todo el conocimiento. Y así lo pone de relieve el tercer precepto del método.
El tercer precepto es conducir ordenadamente los pensamientos, ascendiendo gradualmente, desde los más simples hasta los más complejos. Este proceso es el de la síntesis, al cual responde la segunda operación fundamental del espíritu, que es la deducción. En las Reglas para la dirección del espíritu, entiende Descartes por deducción: «toda inferencia necesaria a partir de otros hechos que son conocidos con certeza». Es, pues, una sucesión ordenada de evidencias.
El cuarto precepto representa la comprobación del análisis y de la síntesis: del análisis, mediante el recuento o la enumeración; y de la síntesis, mediante la revisión.
Es claro que el método de Descartes se inspira en el procedimiento matemático, especialmente en el análisis de los geómetras. Este consiste en referir una proposición más compleja a otras más simples, conocidas como verdaderas; para luego, a partir de éstas, llegar a aquélla.
El entusiasmo de Descartes por este procedimiento es patente en el último párrafo del texto propuesto: está convencido de que, igual que en las demostraciones de los geómetras, todas las cosas de que el hombre puede adquirir conocimiento se siguen unas de otras según un orden que es preciso seguir. Siguiendo este orden y absteniéndose de tomar por verdadero lo que no sea tal, es posible, según Descartes, alcanzar o descubrir hasta las verdades más ocultas.
Por último, dejo este interesantísimo vídeo: la biografía de René Descartes. También conocido como Cartesius, que era la forma latinizada en la cual escribia su nombre, nombre del que deriva la palabra cartesiano.
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